Ensayos
"Ensayos y Reflexiones" forma parte de los documentos y referencias académicas realizadas en lo referente a la filosofía en general, mediante una serie se selecciones reflexivas y enmarcadas en la eclética fenomenológica.
"Ensayos y Reflexiones" enfoca la enseñanza de la filosofía con estilo andragógico significativo, aunque por diversos estilos y métodos de instrucción, algunos las pretenden enseñar con pedagogía, sin entender los requisitos mínimos de las edades y su contexto histórico-cultural. Empecemos con el primer tema.
FORTIS
(Dios es Amor)
TUTOR:
ALGARÍN ERICK AUTOR:
CÁCERES, FRANCISCO J.
CARACAS, ABRIL DE 2016
INTRODUCCIÓN
Una de las dimensiones del hombre que debe fortalecer, además de
fomentarla y cultivarla, es el amor. Ese amor que no solo se concentra en el
ser, sino es trasferido hacia lo exterior, es decir, trasciende más allá de lo
físico, tal como lo explicaba Aristóteles en la primera metafísica, donde
buscaba esa felicidad tan anhelada y desesperada, no deja de ser teleológica, busca
dicho fin: ser feliz. Esa felicidad va mas allá de lo humano, pues ninguna
felicidad es completa sin el amor a Dios. Recordemos que los fariseos llegaron
a preguntarle a Jesús sobre el máximo mandamiento que se debería seguir, y
Jesús no dudo en decir enfáticamente: Amar a Dios. Sin embargo no se quedó
allí, dando un segundo mandamiento: Amar al prójimo.[1]
¿Pero que es amar a Dios?, ¿cómo
se puede amar a Dios?, ¿cuál es la forma de amarlo? Seguramente amar a Dios no
es solo gritarlo, no es publicar dicho amor, ni tan solo sentir ese amor. Amar
significa seguir y cumplir sus mandamientos[2],
esto no admite hipocresía, no admite mentiras, aunque seguir sus mandamientos
hoy en día se hace difícil cumplirlos al pie de la letra. ¿Por qué se hace esto
difícil? Quizás hayan personas que cumplan 100% sus mandatos, sin embargo y
aunque no es escusa, todos somos pecadores y el pecado entró en la humanidad,
está escrito y es bien sabido que “por tanto, como el pecado entro en el mundo
por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto pecaron todos.” Rm 5,12[3],
por ello, vemos que no se cumple ni siquiera el amor de amar a nuestro prójimo.
No es que se insista en la
miseria humana, sino que hemos heredado el pecado, tal es el grado del bajo
amor al prójimo, que lo podemos notar en las calles de Caracas, Miami, Múnich,
Moscú o Tokio, ¿acaso no se observan personas recogiendo “alimentos” en la
basura?, ¿acaso no vemos que hoy en día existe una guerra en Siria?, ¿qué pasa
con nuestros “compatriotas” que vende la comida exageradamente cara?, ¿qué ha
sido de la delincuencia que se monta hoy en día amenazando a un grupo de
pasajeros para quitarles un celular?, ¿qué hay de nuestros “gobernantes” que no
ponen orden en el desorden que tiene Venezuela?, ¿por qué tanta miseria humana
es pálpame ante nuestra mirada?
El amor no puede quedarse
estático, el amor debe ser dinámico, de allí que el amor no se quede con la
contemplación, por lo tanto, el amor debe ser acción, debe ser práctica, debe
ser praxis con sentido humano. En otras palabras, ese amor debe ser solidario
con el otro, con el prójimo y debe siempre moverse para que sea proyectado en
las personas. Ese amor es un constante actuar, y al actuar, nos estamos
llenando de auto-amor hacia nosotros mismo. Amando al otro, nos amamos
automáticamente a nosotros mismo y así está escrito. Nada sirve decir o
expresar a la otra persona: te amo. ¡No!, ¡no!, ¡no!, amar no es un simple te
quiero, o te amo, amor implica entregarlo, pero a la misma vez, recibirlo.
Pues, ¿Qué sentido tiene dar amor y no recibirlo? Cristo obedeció a nuestro
Padre, y llegó a ser humano (siendo el Hijo de Dios) y bajo del Cielo para
estar entre nosotros, con la finalidad de salvarnos. Aquí vemos su entrega
total, vemos el amor total, el amor personal que nos ofreció Dios, es decir,
vemos el máximo amor de todas las cosas que jamás nadie haya visto…un amor
total: “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado un su
Hijo unigénito, para que TODO aquel que en él cree, no se pierda, mas del tenga
vida eterna.”Jn 3,16[4].
¿Qué más nos puede dar Dios, si nos ha dado el máximo valor que tenía?
De éste
máximo valor tratará la presente monografía, así como su relación con el
hombre, es decir, con la persona humana. El amor está adjunto al ser humano,
por lo tanto, su accionar es imprescindible, en tal sentido, su praxis también
estará relacionada con las dimensiones antropológicas de la libertad, la
historicidad, la sociabilidad y su forma de auto-amor a sí mismo, en tal
sentido, se dará el siguiente esquema en la presente monografía titulada “Fortis”,
pues siendo el amor uno de los máximos valores dados a la humanidad, éste en
esencia es extraordinariamente valeroso, es un amor fortalecido en la libertad,
en la Verdad, en lo máximo que todo ser humano puede llegar a conocer y sentir
en su máxima expresión, nuestro Redentor: Cristo.
Antes de
esbozar el esquema de la monografía, es necesario recordar las palabras del Papa Francisco: “Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un
corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa.”
EG,71[5].
La desesperación de buscarlo es tan inmensa, que a veces nos sentimos perdidos.
¿Dónde está Dios?, digamos que lo buscamos y le preguntemos a la persona que
también lo busca y nos devuelva la pregunta, ¿dónde está? La búsqueda de Dios
nunca se termina, esa búsqueda de espacio-tiempo no es un punto específico
terrenal, pues Dios está en todas partes, está en cada uno de nosotros, pues
somos su imagen y semejanza, por tal motivo, Dios forma parte del hombre y si
nos portamos mal con nuestro prójimo[6],
automáticamente nos portamos mal con Dios. ¿Acaso es difícil entenderlo?. ¡Dios
está en nosotros!
·
El verdadero amor (acerca de la Epístola de Juan).
·
El significado de Dios (primera Encíclica de Benedicto
XVI).
·
Tres Dimensiones antropológicas de la persona (amor, libertad
e historicidad).
·
La relación como dimensión antropológica del hombre. (los
niveles interpersonales).
·
El valor de la persona por sí misma. (visión de Max
Scheler).
·
Francisco
Javier Cáceres.
Julio
de 2016
-Año
de la Misericordia-
CAPÍTULO I
EL VERDADERO AMOR
Acerca de las Epístolas
Católicas.
Al
observar el Nuevo Testamento, siete de las Epístolas Católicas no son
adjudicadas a San Pablo[7], entre ellas
están: la de San Santiago, la de San Judas, un par de San Pedro y un trío de
San Juan. En cada una de ellas se destacan diversos tópicos, por ejemplo, en la
Carta de Santiago que consta de 5 capítulos con 108 versículos, nos recalca que
ante las dificultades que se presentan en la vida, uno debe pedirle a Dios con
fe la sabiduría[8] necesaria
para soportar con paciencia, cualquier tipo de pruebas, de las cuales, ninguna
es mandada por Dios. Además expresa la práctica de obrar[9]
bien como forma de la demostración de nuestra fe, pues de nada sirve oír la
Palabra escrita de Dios, si no se va a la praxis, a su ejecución, a su
aplicación, es decir, en ayudar a nuestros hermanos, sin discriminación[10] de ninguna
clase o de cualquier índole y ser justos, tanto en la fe como en la acción.
Además alerta el Apóstol Santiago en dominar la lengua, pues “con ella
bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, hechos
a imagen de Dios. De la misma boca salen la bendición y la maldición” Stgo 3,
9-10 y nos insta a tener la sabiduría que viene de Dios.
La Epístola de San Judas consta solo de
un capítulo y 24 versículos. Se advierte la infiltración de gente[11] mala en el
Pueblo de Dios, pero también la certeza de que no nos deja solos, y nos
recuerda como liberó a su Pueblo cuando estuvo en Egipto, además de encerrar a
los ángeles desleales y sentenciar a varias ciudades, en especial a Sodoma y
Gomorra por sus actos corruptos e inaceptables, así como la promesa “para
juzgar a todos. Pedirá cuentas a los que se burlan del bien por todas las veces
en que se burlaron, y castigará a los pecadores enemigos de Dios por todas las
palabras injuriosas que profirieron.” Jud 1, 15[12].
Finalmente resalta que la Gloria es de nuestro Señor Jesucristo por toda la
eternidad.
Las dos Epístolas de San Pedro (la primera
consta de 5 capítulos con 105 versículos y la segunda de 3 capítulos y 61
versículos) resalta la probidad que debe estar a prueba la fe. También señala que con la aceptación de la vedad, se
logra purificar internamente al hombre, manifestándose en el amor a los
hermanos, en el respeto a las autoridades establecidas, así como también, el
respeto mutuo entre los casados, además de evitar ser temerosos ante los impíos
y reconocer en el bautismo la limpieza interior del hombre, así como llevar una
vida con sabiduría, dedicando tiempo a orar y amar, aun siendo perseguidos.
Finalmente en la Primera Carta de San Pedro, se solicita a los pastores que
deben tratar de ser modelos para el rebaño y llama la atención a los jóvenes,
es decir, a las ovejas, para que sean sumisos ante la autoridad de ellos[13]. La Segunda
Carta invita a incrementar la fe, así
como una serie de virtudes[14] (firmeza,
conocimiento, dominio, constancia, piedad, amor, caridad) que son útiles en el
camino de entender y estudiar a Jesucristo. Se hace una advertencia de la
existencia de mentirosos profetas[15] que se
filtran en el Pueblo de Dios. “Se le aplica con razón lo que dice el proverbio:
‹‹ El perro vuelve a su propio vómito ›› y ‹‹ el cerdo lavado se revuelca en el
barro ››” 2 Pe 2, 22[16], de allí se
evidenciará el cómo reconocerlos. La Segunda Carta termina recordando que se
cumplirá la promesa[17] que todos
anhelamos.
Por otro lado, a San Juan, como se expresó
al principio, se le atribuyeron 3 Epístolas, la primera posee 5 capítulos y 105
versículos; la segunda posee un capítulo y 13 versículos; la tercera al igual
que la anterior, posee un capítulo y 15 versículos. La Segunda Epístola nos
reitera cumplir amorosamente los mandamientos y de permanecer en la doctrina de
Jesucristo[18]. La Tercer
Epístola básicamente hace un llamado a la apertura de la Iglesia con las demás
personas e insta a no imitar lo malo. A continuación, examinaremos con mayor
detalle la Primera Epístola de San Juan.
De la Primera Epístolas de San Juan.
En ella encontraremos el capítulo uno con
diez versículos, allí se dará un testimonio breve pero contundente de la
existencia de nuestro Señor Jesucristo, pues a él (San Juan) y a los otros
apóstoles que lo vieron en carne, lo oyeron, lo tocaron y estuvieron con él,
les dejó una orden a cumplir: “y les dijo: ‹‹ Vayan por todo el mundo y
anuncien la Buena Nueva a toda la creación. ›› Mc 16, 15[19].
No solamente ir a cada rincón del mundo, ya sea una casa humilde de un pueblo
perdido, una casa en lo último de una periferia o acantilado, incluso un
palafito o una choza, o debajo de un puente, y si es necesario ir al banquito o
los banquitos de las plazas, donde duermen y padecen nuestros hermanos sin
techo, sin comida y a veces sin ropa ni fe, se les tiene que dar a conocer la
Palabra en fe y en obra, pero también se debe ir a las quintas de los
afortunados en riquezas materiales, a las residencias, a las modernas casas e
incluso a los palacios y a las empresas, sin descuidar que nadie se quede sin
conocer a Dios, en toda una metrópoli, en todo un país, en todo un continente,
es decir, ir al mundo entero, para dar a conocer la Palabra, pues así está
escrito: “Os
anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también vosotros estéis en
comunión con nosotros. Nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo
Jesucristo.” 1 Jn 1,3[20].
“¿Quién puede decir: mi corazón es puro,
estoy limpio de todo pecado? Pro 20, 9[21],
por lo tanto San Juan insta a caminar en comunión por el sendero de Dios, y
como sabemos que todos hemos pecado, debemos confesarlo y ser guiados en la luz
de Dios. “Si no hubiera esta actitud, el sacramento de la ‹‹confesión›› no
tendría valor. Pero al revés, confesar nuestras culpas en el sacramento de la
penitencia ayuda fuertemente a tener el corazón abierto ante Dios.” (La Biblia
Latinoamericana, 2005, p.407)[22]. Ya en el
cuarto evangelio se puede evidenciar de la Palabra una característica propia:
“En ella había vida, y la vida era la luz de los hombres; la luz brilló en las
tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron” Jn 1, 4-6[23] y como debemos deducir, esta luz aparece
cuando: “Jesús les habló de nuevo diciendo: ‹‹Yo soy la luz del mundo. El que
me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá luz y vida. ››” Jn 8, 12[24] , por esto,
que sea nuestro camino, la luz de Dios y por consiguiente, el único. “El camino
de los justos es como la luz de la aurora, cuyo brillo va creciendo hasta el
mediodía. Pero el camino de los malvados es sólo oscuridad; no saben cómo será
su caída” Pro 4, 18-19[25].
El capítulo dos consta de 29 versículos y
fundamentalmente trata sobre guardar y cumplir la Palabra, obrando en el amor
al hermano, pues a todas estas: “Quien dice que está en la luz, pero aborrece a su hermano, sigue todavía en
tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza.” 1 Jn 1,
9-10[26].
Sin embargo, amar a nuestros hermanos no implica amar al mundo, podemos obrar
(y es nuestro deber) ayudarnos primero a nosotros mismos y luego ayudar al otro
(nuestros hermanos), es decir, nuestro prójimo. Amar a Dios sobre todas las
cosas y amar a todas las personas, pues tenemos que reconocer el amor de
nuestro Dios Padre nos otorgó al entregar lo más valioso que posee, su hijo.
Este capítulo termina con el rechazo
categórico hacia el Anticristo y como San Judas (en su Carta) lo alertará (la
infiltración de gente mala en el Pueblo de Dios), San Juan ya lo certifica,
diciendo: “Salieron
de entre nosotros, aunque no eran de los nuestros. Pues si hubiesen sido de los
nuestros, habrían permanecido con nosotros. Así se ha puesto de manifiesto que
no todos son de los nuestros.” 1 Jn 2, 19[27].
Hoy en día, esto nos hace reflexionar, pues tratarán de desviar (y desviarnos)
a muchos del camino correcto de la luz, esos falsos profetas abundarán por toda
la faz de la Tierra, dividiendo y engañando a todos, negando al Hijo como al
Padre, así como darán mentiras disfrazadas o simuladas por verdades. “El
anticristo no es un individuo único, sino un colectivo o una pluralidad. Y eso
puede hacerlos más peligrosos o más difíciles de identificar” (Biblia del
Peregrino, 1995, p. 2084). Por lo tanto, debemos recibir y permanecer en la
unción de nuestro Señor Jesucristo, no solo por fe, sino también por las obras
y los frutos.
El capítulo 3 tiene 24 versículos
y alertan que el “pecado es rebeldía”[28],
por lo tanto, si somos dignos hijos del Creador, no nos podemos extraviar de la
verdadera y única luz y debemos definitivamente romper las cadenas del pecado,
pues:
“Todo el que comete pecado comete una acción
malvada, pues el pecado es la maldad. Y sabéis que él se manifestó para borrar
los pecados, pues en él no hay pecado. Quien permanece en él, no peca; por eso,
el que peca no le ha visto ni conocido. Hijos míos, que nadie os engañe: el que
obra la justicia es justo, porque él es justo. Quien comete el pecado es del
diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio, y el Hijo de Dios se
manifestó para deshacer las obras del diablo.” 1 Jn 3, 4-8 (Biblia de Jerusalén,
2009, p.3).
Por lo tanto, no debemos copiar cosas
malas, ni mucho menos tratar mal a nuestros hermanos, no debemos hacer maldad
alguna, pedir a nuestro Padre sabiduría, entendimiento y la unción de nuestro
Señor Jesucristo. Tengamos fe en nuestro Dios Padre y obremos de forma correcta
con todas las personas, ayudemos tanto en forma espiritual (con la Palabra)
como con la acción (las obras, por ejemplo, de caridad). Si vemos que un
hermano esta extraviado, ayudémoslo a caminar en la luz, pero ante debemos
revisar si realmente nosotros estamos en la luz, para no ser hipócritas y no
caer en desgracias. Si estamos en la luz, podremos guiar a nuestros hermanos,
de eso trata el amor.
El capítulo 4 posee 21
versículos, se enfatiza nuevamente la existencia de los falsos profetas[29]
y la existencia del Anticristo, pero al ser hijos del Creador, nosotros somos
ya victoriosos sobre el mundo, aunque este mundo no escuche la Palabra, debemos
ayudar a estas personas a que conozca la única verdad de vida, buscando a ese
hermano perdido y trayéndolo a la luz del Señor. Éste capítulo nos invita amar nuevamente a
todas las personas: “Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de
Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es Amor.” 1 Jn 4, 7-8 (Biblia de Jerusalén, 2009,
p.4). ¿Qué más amor nos puede dar nuestro Padre, al darnos a su hijo para ser
salvos?, pero si alguien dudara, está escrito: “Pues éste es el mandamiento que
recibimos de él: el que ama a Dios, ame también a su hermano” 1 Jn 4, 21[30].
Felizmente, el capítulo 5 posee
21 versículos y recuerda que el amar a Dios, se debe reflejar con el fiel
cumplimiento de sus mandamientos, pues está escrito: “En esto podemos conocer
que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
Pues el amor a Dios consiste en guardar sus mandamientos.” 1 Jn 5, 2-3[31]. Ahora
bien, si tenemos como base en nuestras vidas a Jesús, seguramente tendremos
vida eterna. “Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna y esta
vida está en su Hijo. Quien tiene al Hijo, tiene la Vida; quien no tiene al
Hijo de Dios no tiene la Vida.” 1 Jn 5, 11-12. San Juan concluye su Carta[32]
diciendo que Dios nos escucha[33]
y por lo tanto, podemos pedirle conforme a la voluntad de él, y seguramente, se
nos lo otorgará si obramos de buena fe en sus caminos. También termina
invitándonos a orar por nuestros hermanos y finaliza diciendo: “Hijos míos,
guardaos de los ídolos...” 1 Jn 5, 21[34].
En conclusión, tenemos un nuevo
amor y Dios no los dio. Ese amor que brindó a toda la humanidad, para que todos
seamos salvos por la gracia divina, la misericordia y la verdad. Ahora nos
podemos preguntar en forma reflexiva, ¿qué significa el amor de Dios?
CAPÍTULO II
EL SIGNIFICADO DE DIOS
De la primera Encíclica de
Benedicto XVI.
La Encíclica DEUS CARITAS EST[35]es la
primera de nuestro Papa Benedicto XVI (hoy
Papa Emérito)[36], firmada
el 25 de diciembre de 2005, en Roma, junto a San Pedro yen el primer año de su Pontificado. En ella se
destacan dos tópicos esenciales: El primero es el amor dado y ofrecido por Dios
a todos nosotros (se incluye a toda la humanidad sin excepción) y que
representa la única salvación, además de la certeza del amor que nos tiene,
muchos más de lo que podríamos imaginarnos, pues como es bien sabido, «Tanto amó Dios al mundo, que
entregó a su Hijo único, para que quien crea no perezca, sino tenga vida
eterna.» Jn 3, 16[37], y al
ofrecernos este amor en el centro de nuestra fe cristiana, se “ha asumido lo que era el núcleo de la fe de Israel, dándole al mismo
tiempo una nueva profundidad y amplitud.”DCE1b[38], que
consagra el mandamiento de amarlo con el corazón, el alma y las fuerzas[39], en sus
máximas expresiones, y uniéndolo (por medio de Jesús) en el Nuevo Testamento, expresado
de la siguiente forma: «Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a
ti mismo.» Mt 22, 39[40]. Éste
orden será analizada en la segunda parte de la Encíclica, haciendo énfasis en
el cómo cumplirlo eclesiásticamente y cumplirlo.
De la novedad epistemológica.
En el binomio, “intervienen
inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una
promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual
palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor.” DCE2b. Ésta
concepción (del amor mutuo), resalta en los antiguos griegos, que “dieron el
nombre de eros al amor entre
hombre y mujer, que no nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto
sentido se impone al ser humano” DCE3a. Si bien es cierto, la palabra eros, está asociada al amor y su
utilización es muy escaza en la Biblia, por lo tanto, la prudencia en su manejo
es indispensable, pues hay que engranar dos palabras adicionales: philia (el
amor de amistad) y agapé (del amor basado en la fe).
Los antiguos griegos “consideraban el eros
ante todo como un arrebato, una «locura divina» que prevalece sobre la
razón, que arranca al hombre de la limitación de su existencia y, en este
quedar estremecido por una potencia divina…” DCE4a, haciéndolos experimentar
así, el gozo material más amplio y en el cual se manifestaba con la práctica de
la prostitución en sus cultos, dadas en sus templos. Esta perversión hizo que
se le decidiese la guerra a esta forma de religiosidad, y con ello, el eros pasó a ser rechazado, “puesto que
la falsa divinización del eros que se produce en esos casos lo priva de
su dignidad divina y lo deshumaniza” DCE4b, con ello, trasladaron al eros a su máxima decadencia.
Históricamente hay dos aspectos del eros; uno relacionado con lo divino, su
relación con la promesa de infinidad, siendo eterno; el segundo aspecto lo
llama a la disciplina, a la purificación, a su maduración, unificando
esencialmente el cuerpo y el alma. “Sólo cuando ambos se funden verdaderamente
en una unidad, el hombre es plenamente él mismo. Únicamente de este modo el
amor —el eros— puede madurar hasta su verdadera grandeza.” DCE5b, hacia
lo divino.
El amor engloba la existencia entera y en
todas sus dimensiones, incluido también el tiempo.” DCE6b, expandiéndola de
esta forma, hacia la eternidad, es decir, el amor constante en la infinidad.
Éstas dos locuciones, “eros como término para el amor «mundano» y agapé como denominación del
amor fundado en la fe y plasmado por ella.” DCE7a, son antagónicas en la
praxis, pues el eros asciende a la
posesión, a su individualización, al egoísmo, a su goce, al recibimiento, a lo
mío; mientras que el agapé es descendente, es decir, oblativo, del que todo lo
entrega, del que da sin percibir nada a cambio. Sin embargo, estas dos palabras
deben ser integrables. Ésta integralidad del amor, se puede apreciar[41]en forma
simbólica, en el primer libro sagrado, pues en “la narración de la escalera de
Jacob, los Padres han visto simbolizada de varias maneras esta relación
inseparable entre ascenso y descenso, entre el eros que busca a Dios y
el agapé que transmite
el don recibido.” DCE7c y por lo tanto, en el cristiano, “la fe bíblica no
construye un mundo paralelo o contrapuesto al fenómeno humano originario del
amor, sino que asume a todo el hombre, interviniendo en su búsqueda de amor
para purificarla, abriéndole al mismo tiempo nuevas dimensiones.” DCE8a,
manifestadas en la imagen de Dios y del hombre.
Dios es el creador de todo: “Así habla Yavé,
que creó los cielos y los estiró, que moldeó la tierra y todo lo que sale de
ella, que dio aliento a sus habitantes y espíritu, a los que se mueven en ella”
Is 42, 5[42],
también subraya su presencia y existencia como única[43]. Éste es
el primer elemento singular de la imagen que tenemos de él. El segundo elemento
que manifiesta la imagen de Dios, es su amor por el hombre, este amor puede calificarse
“sin duda como eros que,
no obstante, es también totalmente agapé”
DCE9a. El “amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un
amor que perdona.” DCE10a.
Ahora bien, la segunda novedad
de nuestra fe cristiana está relacionada con la imagen del hombre, pues como es
sabido desde los inicios de la creación, se observó la soledad del mismo
(Adán), y entonces procedió nuestro Padre a darnos un nuevo regalo especial: la
mujer[44].
Desde esta perspectiva, se puede inferir la búsqueda de la felicidad fuera de
sí mismo, es decir, en su complemento. Así pues, “el eros está como enraizado en la naturaleza
misma del hombre; Adán se pone a buscar y «abandona a su padre y a su madre»
para unirse a su mujer” DCE11b; y en esta unión, se convierte en una sola carne[45], dando una
segunda perspectiva, la cual radica en que “el eros orienta al hombre
hacia el matrimonio, un vínculo marcado por su carácter único y definitivo;
así, y sólo así, se realiza su destino íntimo.” DCE11b.
Puesto que en el Antiguo
Testamento se ha escrito quién es Dios y cómo ama a su pueblo, ahora Jesucristo
pasará a encarnar este amor en el Nuevo Testamento. “Este actuar de Dios
adquiere ahora su forma dramática, puesto que, en Jesucristo, el propio Dios va
tras la «oveja perdida», la humanidad doliente y extraviada.” DCE12a. Entender este
amor, desde su crucifixión. Jesús en la última cena, “anticipa su muerte y
resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su
cuerpo y su sangre como nuevo maná” DCE13a, produciéndose así el enlace entre
Dios y el hombre, mediante la Eucaristía. Por lo tanto, la “unión con Cristo es
al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo
tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos
los que son suyos…” DCE14a y de los que puedan ser adicionalmente en el futuro.
Esta comunión nos hace salir de nosotros mismo, para ir en búsqueda de él
(nuestro Señor Jesucristo), y que de este modo y en forma simultánea, estamos
en unidad con todos nuestros hermanos.
De allí, que estemos motivados a ayudar al prójimo, pues el mismo Jesús
ya nos instruyó con sus parábolas. Vemos (por ejemplo) cómo fue el actuar en la
ayuda del Samaritano[46], hoy en
día, podría ser una persona carente de alimentos, ropa, calzado o cualquier
otro necesidad, incluso espiritual, y nuestro deber (como cristianos), es
ayudar desde el amor, la solidaridad y la práctica; pues el amor a “Dios y amor
al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en
Jesús encontramos a Dios” DCE15a. Por lo tanto, el hombre debe amar al prójimo, al
hermano[47], y
si aborrece a alguien, entonces no ama a Dios verdaderamente y pasa a ser un mentiroso.
Por ende, “la
afirmación de amar a Dios es en realidad una mentira si el hombre se cierra al
prójimo o incluso lo odia.” DCE16a. El hecho de que no podamos ver
a Dios, no valida su inexistencia, ¿acaso no vemos sus maravillas?; ¿acaso
Jesús no existió?[48], en
consecuencia, es necesario anunciar que nuestro Señor no “ha estado ausente en la historia sucesiva de la
Iglesia: siempre viene a nuestro encuentro a través de los hombres en los que
Él se refleja; mediante su Palabra, en los Sacramentos, especialmente la
Eucaristía…percibimos su presencia” DCE17a.Este amor nunca termina,
siempre está vivo. El binomio del amor a Dios y del amor al prójimo, siempre estarán adheridos
mutuamente, pues, “ambos
viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se
trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una
experiencia de amor nacida desde dentro” DCE18a.
Del cómo cumplir la novedad.
Nuestra Iglesia en sus diversas
actividades, debe manifestar “una expresión de un amor que busca el bien
integral del ser humano: busca su evangelización mediante la Palabra y los
Sacramentos” DCE19b, de la cual, la ha venido haciendo desde siglos y de
acuerdo con el amor unificado. Es por ello, que la caridad convalida la tarea
de ella misma, por ello, el “amor al prójimo enraizado en el amor a Dios es
ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para toda la comunidad
eclesial” DCE20a, en especial, para la Iglesia. Para llevar a buen término el
servicio (de caridad) y de forma organizada, se implementó la solución de “la
elección de los siete varones, que fue el principio del ministerio diaconal”
DCE21a, y con el pasar de los años, este ejercicio de caridad (atender al
prójimo), se estableció como esencial, pues, el “practicar el amor hacia las
viudas y los huérfanos, los presos, los enfermos y los necesitados de todo
tipo, pertenece a su esencia tanto como el servicio de los Sacramentos y el anuncio
del Evangelio.” DCE22a, esta diaconía representa la estructura jurídica del
servicio, que tiene “la responsabilidad sobre el conjunto de las actividades
asistenciales, el servicio de la caridad” DCE23a. Ya, el emperador Juliano el
Apóstata, había confirmado que “la caridad era una característica determinante
de la comunidad cristiana, de la Iglesia.” DCE24a. Recordemos dos detalles
importantes de la Encíclica, una tiene que ver con la naturaleza de nuestra
Iglesia que “se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los
Sacramentos (leiturgia) y
servicio de la caridad (diakonia).”
DCE25a, y las desarrolla con inconmensurable pasión, empeño y cuidado, sin
descuidar a ninguna. La otra, al ser la Iglesia familia de nuestro Padre, se
debe garantizar la ayuda y “no debe haber nadie que sufra por falta de lo
necesario” DCE25b, pero teniendo especial atención a nuestros propios hermanos[49].
Ahora bien, el pensamiento
marxista estipula que la “obras de caridad —la limosna— serían en realidad un
modo para que los ricos eludan la instauración de la justicia y acallen su
conciencia, conservando su propia posición social y despojando a los pobres de
sus derechos.” DCE26a, sin embargo, esta argumentación tiene errores, pues la
Iglesia, desde tiempos antiguos, ha sido perseguida y atacada por su doctrina
social y antes del pensamiento marxista, ya estaba practicándola y no
gritándola, así, este sueño de instalar un colectivo social de los medios de
producción con las revoluciones, “se ha desvanecido” DCE27a, de ahí que, la
“sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No
obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por
abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien.” DCE28f,
recordemos que no sólo de pan vive el hombre[50], así que,
esta concepción materialista (la marxista) “humilla al hombre e ignora
precisamente lo que es más específicamente humano” DCE28g, es decir: el amor
(caritas). La acción “en favor de un orden justo en la sociedad es más bien
propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a
participar en primera persona en la vida pública.” DCE29b, es así que se
utilizan las estructuras del servicio caritativo que contribuyen llegar al prójimo
necesitado, tenemos así, los medios de comunicación, que siendo rápidos, se “ha
acortado en cierto modo la distancia entre los hombres y todos los habitantes
del mundo” DCE30b, pudiéndose dar una respuesta casi inmediata. Otras
estructuras son, las entidades eclesiales “que se hacen cargo de múltiples
servicios” DCE30d, entre ellas está la diocesana y el voluntariado. Se advierte
que “es muy importante que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo
su esplendor y no se diluya en una organización asistencial genérica,
convirtiéndose simplemente en una de sus variantes” DCE31a, a esto se le llama,
el perfil específico de la caridad. Y con toda claridad, “el verdadero sujeto
de las diversas organizaciones católicas que desempeñan un servicio de caridad
es la Iglesia misma” DCE32a, en cambio, los colaboradores han “de ser, pues,
personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido
conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo”
DCE33a, y no por otro interés, en tanto, su “actuación práctica resulta
insuficiente si en ella no se puede percibir el amor por el hombre, un amor que
se alimenta en el encuentro con Cristo” DCE34a, y este servir[51] nos
conduce a él, pues cuanto “más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá
y hará suya la palabra” DCE35a. Otro punto esencial en nuestro obrar, es no
descuidando la oración, pues es el “medio para recibir constantemente fuerzas
de Cristo. Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una
situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción.” DCE36a, así, el
que ora busca “el encuentro con el Padre de Jesucristo, pidiendo que esté
presente, con el consuelo de su Espíritu, en él y en su trabajo.” DCE37a, y a
pesar de los malos momentos que pueda vivirse, “los cristianos siguen creyendo,
a pesar de todas las incomprensiones y confusiones del mundo que les rodea”
DCE38a, pues creemos en su amor[52] y por lo
tanto, nuestra fe, la esperanza y la acción en la caridad, deben ser íntegras
en cada uno de nosotros, es decir, en el amor, “porque hemos sido creados a
imagen de Dios” DCE39a, quién es amor.
De la conclusión de la Encíclica.
Son los Santos los que “han
ejercido de modo ejemplar la caridad” DCE40a, puesto que han tenido fe,
esperanza y sobretodo amor a Dios y al prójimo, entre ellos[53] contamos:
San Martín de Tours, San Antonio Abad, San Francisco de Asís, Santa Teresa de
Calcuta, cada uno con sus particularidades, pero con el mismo profundo y divino
amor. Sin embargo, entre “los Santos,
sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad.” DCE41a, ella
enaltece a Dios, con su humildad, acepta ser olvidada en la vida pública de su
hijo, no llama la atención y no persigue ser el centro de atención, ella
permanecerá de pie en la cruz[54] y solo en
el Pentecostés, los discípulos volverán a reunirse junto a ella[55]. Por ser
la elegida de Dios para traer al mundo a Jesús, su ejemplo y amor, “María se ha
convertido efectivamente en Madre de todos los creyentes.”DCE42a, pues ella
misma fue testigo de ese amor que Dios nos ha otorgado. Por último podemos
preguntarnos, ¿no tiene límite el amor de Dios?
CAPÍTULO III
TRES DIMENSIONES
ANTROPOLÓGICAS EN LA PERSONA.
Visión Global
Según Albornoz (1980), afirma en sus reflexiones íntimas, que “la
persona humana es un mundo misterioso, complejo y fascinante a la vez. Su
evolución y progreso se desarrolla
siempre entre la felicidad y la tragedia, entre la zozobra y la paz…” (p.49).Centrémonos
entonces, próvidamente a detallar éste mundo particular, del cual se revela un
misterio, tanto de existencia como de creación divina, pues como ya sabemos de
antemano la relación de nuestro Padre (visto en el capítulo I de ésta
monografía) con todos nosotros (los humanos) expresada y manifestada en el
amor; también es justo y necesario recordar nuestro origen, tal como está
escrito: “Entonces Yavé Dios formó al hombre con polvo de la tierra; luego
sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre tuvo aliento y vida” Gen 2,7[56].
He aquí un primer misterio tan complejo yal mismo tiempo maravilloso que
representa la aparición del ser humano en el mundo, que difiere
considerablemente de las arrogancias y soberbias ateístas pretendidas en las
teorías evolucionistas, que en vano han ignorado a Dios, pero que a la vez ha
causado mucho daño a la humanidad, entre ellas el odio, el desprecio, el
descrédito de quienes creemos en Dios y de sus enseñanzas bíblicas que hoy
sabiamente la Iglesia nos transmite, así como los valores intrínsecos que se
dan.
El amor
El mismo Albornoz (1980) manifiesta que “el amor no se puede definir,
solamente lo podemos describirlo. Solamente hay amor cuando dos personas se
encuentran, no cuando dos cuerpos se juntan” (p.50). Comprender ésta forma de
pensar, nos induce a explorar en estas líneas cortas pero de vital importancia,
su esencia. Pues bien, para él, ese encontrase se relaciona en forma de binomio
equitativo, en que la igualdad dignificada es valorada por igual, siendo
simultáneamente recíproca. Además debe tener la misma frecuencia de sintonía,
manifestándose en las formas de “cariño, el corazón, los ojos, todo” (Albornoz,
1980, p.51). Dicho este tipo de amor, se puede indagar preguntando, ¿cómo se
muestra o se expresa el amor, una vez ocurrido el encuentro?. Básicamente la
respuesta deriva de un deseo de estar próximos, es decir, juntos, de
acompañarse en la vida, de ir unidos en ella, sin separarse. Se destacan
ejemplos de esta concepción amorosa, la que sucede en la madre con su hijo; la
de familiares que se escriben desde tierras lejanas, pidiendo información mutua
y posibilidades de visitas a sus hogares (algunas veces son planificadas y
acordadas); los llamados amigos, de los cuales tienen interés de pasárselas juntos; y
por supuestos, la de los eternos amantes enamorados, que quieren verse todo el
día y su mente solo está predispuesta para esa novia (en caso del hombre), o
novio (en caso de la mujer). Todo lo expuesto se reduce al acompañarse
mutuamente, compartiendo sus vidas, su tiempo, su espacio, sus metas, sus
anhelos, sus esperanzas, sus pensamientos, sus angustias y sus dichas, siendo
el uno para el otro y compartiendo recíprocamente.
Otra
cuestión fundamental que Albornoz plantea, es el cuándo de la apertura del amor
y del cuándo no la hay; pues bien, la naturaleza ha sido sabia, ya desde
tiempos pre-socráticos se hablaba de las partículas de atracción, así como de
las de repulsión. Albornoz, manifiesta que “cuando dejamos que la fuerza de
atracción domine en nosotros, nos estamos abriendo al amor” (1980, p.51), así
pues, según esta forma de pensar, se llega a un amor no esterilizado, y no se
obtiene una infame vivencia amorosa. Ahora bien, lo expuesto por Albornoz
(1980), el amor verdadero viene a darse en tres aspectos íntimamente
compenetrados: “encuentro, estar juntos, compartir” (p.51), pero llamando la
atención en la existencia de las fuerzas repulsivas, que serán la causa de que
dicho amor, no sea perfecto y se liberen las luchas de dominación de un bando
contra el otro, convirtiéndose así, en egoísmo mutuo.
Por otra parte, existe una pregunta básica, la cual invita a una
funcionalidad, es decir, el para qué. Al amarse a esa persona amada, ¿se debe
pensar realmente en función del para qué? Quizás no pueda darse una respuesta
racional a esta pregunta, pues induce la pregunta a algún interés y se
establece una utilidad del para qué, siendo esto, motivo de desprecio indigno y
utilitarista pensar en ese: ¿para qué amo?, llevándolo al vacío y a la
desdicha. Por ejemplo, una chica que se enamora por interés, en un chico que la
fortuna le sonríe, pierde la gracia al saberse que su motivo es aquella fortuna
y no el chico como persona que se valore dignamente. Según Albornoz (1980),
“amamos, porque nosotros, como personas estamos hechos para los demás, de tal
manera que decir persona y decir nosotros es la misma cosa” (p.52), además
menciona que existe una fuerza constante que impulsa a los seres humanos hacia
los demás, llamada sexualidad, siendo la atracción de varón y hembra, la
manifestación primordial existente en el planeta; aunque el mismo autor
manifiesta que la atracción de amistades, de familiares, también puede
calificarse dentro del concepto de sexualidad. También expresa, que se ama
porque vivimos rodeados de personas, “amamos, finalmente, porque no podemos
vivir sin los demás, sin una sonrisa, sin una persona en el cual reflejar
nuestro rostro.” (Albornoz, 1980, p.53).
Se
explica que la mayoría de los desenlaces trágicos de desamor, tales como el
suicidio, la violencia hacia la otra persona, la venganza u otra índole que
implique los bajos impulsos de ira, rabia o celos, se fundamentan en la no
correspondencia del anhelado amor, ya sea hacia dicha persona potencialmente
amada o un excesivo amor a uno mismo; del querer no sufrir, del no aceptar en
la otra persona su forma de amar y de los posibles errores de percepción, a
veces equivocaciones que hace la persona sobre la otra, sin saber la realidad
de aquella persona, basada en puros supuestos. Por ejemplo, nuestra estimada
Santa Rosa de Lima fue amada y deseada en su juventud por distinguidos
caballeros (cuenta los registros históricos de la inmensa belleza de la mujer
de cabellos largos, cara perfilada, ojos expresivos), los cuáles intentaban
azuzarla hacia el matrimonio, más sin embargo, ella también los amó, pero no en
el sentido carnal que ellos perseguían, sino por medio de Cristo, he aquí una
diferencia de percepción del amor, en el cual se ama, pero no de la misma
manera que se espera.
Para finalizar esta dimensión antropológica del ser humano, se ama
porque se asume la libertad individual, exteriorizada de dos maneras, ya sea
por represión en sus fuerzas instintivas o de entrega, la cual se expresa
básicamente con el cuerpo, pues como lo señala el mismo Albornoz (1980): “no
hay otra forma de expresarse que no sea en él” (p.53). Sin embargo, la mayoría
de las personas maltratan a la otra por no aceptarlas como su realidad
existencial es, así lo hace ver el filósofo ateo Jean Paul Sartre en su obra
teatral estrenada en el Théâtre Antoine
de Paris, el 8 de noviembre de 1940, cuando Lizzie le pregunta a Fred: “¿Es
verdad lo que me dijiste de que yo..., que fuiste feliz conmigo? Contéstame.
¿Es verdad?”[57],
después de todo, ya Fred la había maltratado y ahora pide la clemencia de estar
con ella, así es la conducta estadística de quienes pretenden amar, olvidando a
la otra persona, esto encaja hoy en día, por ejemplo, nuestro país tiene altos
índices de violencia de género, es decir, se maltrata mucho a la mujer, se le
abandona, se le engaña y se le humilla. Ellas pasan a ser madres solteras,
pasan a ser madre y padre a la vez, pasan trabajo y a veces pasan a ser la
Fantina[58] de
describe Víctor Hugo.
La libertad
Se ama queriendo y este querer se asume
desde la libertad, la decisión voluntaria (sin intereses) de entregarse a la
otra persona, es ese amor, que se presume y debería ser mutuo, siendo también
decisión absoluta de la otra persona, dada lógicamente en libertad, llegando a
ese compartir amor y de recibirlo de igual a igual, es lo deseado. Ya el famoso
español Villapalos (1998) lo había dicho: “la libertad es un bien deseable,
pero a la vez constituye una llamada a la responsabilidad, a tomar las riendas
del propio destino” (p.293). Ésta
libertad no quiere decir, hacer lo que alguien desea hacer, sino más bien,
hacer las cosas como se deberían hacer, respetando las leyes, las normas, las
costumbres, los códigos de ética y siguiendo la palabra de Dios, pues todo
tiene su tiempo. Al decir la palabra seguir, se asume su práctica, pues conocer
los conceptos o definiciones de ciertos valores, si no lo aplicamos a nuestras
vidas, sería estéril y hasta hipócrita. La forma de comportarnos en libertad,
así como las decisiones y convicciones que asumimos y de las cuales accionamos,
presentan valores, por lo tanto, “el valor es la convicción razonada y firme de
que algo es bueno o malo” (Tierno, 1992, p.11). Los valores morales amoldan a
los valores intelectuales, estéticos, culturales, utilitarios entre otros, y a
su vez, amoldan al ser, a la persona, de ahí su plena importancia en el
desarrollo de la personalidad.
Así pues, la libertad debe ser manejada
con responsabilidad, focalizándola en el mutuo respeto de la sociedad, con la
sana y correcta relación del yo interno, con el exterior, es decir, en el medio
o contorno social en que uno se desenvuelve. Dicha libertad se consigue
explorando e indagando tan anhelado amor en libertad, pero generalmente no se
consigue, pues sus raíces son profundas, puesto que ninguna sociedad lo puede dar; tanto
es así, que se precipita, a pesar de su búsqueda de un mundo
ideal en libertad, no logra encontrarlo, no llega a ser inmanente en él.
Entonces se convierte en frustración y pasa inmediatamente a identificarse con
la radicalidad humana, hundiéndose más, llegando desesperadamente a buscar
razones lógicas de su situacional en el mundo, buscando esa verdad que lo
libere de su hundimiento, y solo Dios nos conduce a la libertad absoluta, ya se
había escrito: “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” Jn 8, 32[59].
Por otra parte, la libertad en primer
lugar, debe ser compartida con los demás, pero todo en el debido y correcto
respeto, el respeto mutuo del uno por el otro, sin despreciar a nadie, ya sea
por su manera de ser o su personalidad, se le debe respetar y no debemos ser
muros o piedras de tropiezos para otros. En segundo lugar, nosotros mismos no
podemos ser auto-tropiezos, es decir, no nos podemos auto-sabotear nuestro
camino, nuestras metas o posición ante la vida. Si tropezamos o hacemos algo
mal, no nos debemos quedar con la queja o el lloriqueo, sino más bien,
levantarnos y hacer las cosas mejor que antes, para así avanzar y de ser
posible, buscar la ayuda de otras personas y pedirle a Dios que nos ilumine
para mejorar y seguir nuestro camino. El Rey Salomón le pidió a Dios sabiduría,
y le fue concedida. En tercer lugar, para obtener una buena libertad, uno no
debe ser superficial, es decir, no hacer las cosas por encimita, sino indagar y
buscar las raíces a las soluciones de nuestros problemas y dejando de ser
miedosos (éste sería el cuarto aspecto de la búsqueda de la libertad), en la
cual, se debe arriesgar un poquito más y de ser necesario, luchar hasta el fin,
eso sí, respetando al prójimo y la ley de Dios. También hay que ser agradecido
con las personas que han aportado y moldeado eficazmente nuestra conducta y
comportamiento, los padres que nos han proporcionado alimento, abrigo y amor;
así como los docentes que han aportado las bases cognoscitivas y éticas; y de
muchas otras personas que han influido en nuestro ser, ya sean cantantes,
personajes históricos, deportistas, mujeres bellas u otras personas, pero
sobretodo hay que acordarse de Dios, quién es semejante a nosotros y él sabe lo
que es mejor para nosotros, además de ser justo y misericordioso.
La historicidad
Ésta otra dimensión antropológica que
poseemos la mayoría de las personas que han podido llegar a este mundo (pues
hay otras que por diversas circunstancia no lograron nacer), es la que tiene
que ver con la formación y evolución de su vida, es decir, su historia. Dicha
historia no es singular, es decir, no viene aislada, viene compartida y
entrelazada con otras historias, quizás con diversos matices, pero sin lugar a
duda, toda historia particular viene influenciada por otras historias. Según
Albornoz (1980), toda historia “está constituida por todo el cúmulo de
experiencias que voy viviendo día tras día, experiencias dulces o amargas,
felices o dolorosas, duras o sencillas” (p.59). Estas experiencias deben ser
conscientes para catalogarse de verdadera experiencia, es decir, si hay
experiencias superficiales en nuestro pasado, no se posee una auténtica
experiencia. Ahora bien, las experiencias (según este autor), deben tener tres
dimensiones básicas, a saber: pasado, presente y futuro. Saber una situación
pasada y haberla asimilado en el presente, desde la perspectiva de cuáles
errores no se deben volver a cometer, de evaluar aquella situación del cómo se
desarrollaron los acontecimientos, de valorarlos, de estimarlos y a veces de
juzgarlos (se hizo bien o mal), nos empuja hacia adelante y no nos deja en el
pasado solo con esas valoraciones, sino más bien, nos proyectamos a mejorar lo
sucedido en el futuro, de realizarlo mejor, por lo tanto, representa la mejor
manera de decir que se ha alcanzado experiencia, incluso, experiencia de vida,
evitando la superficialidad que puede mal llamarse buena.
Ya lo decían los pre-socráticos que nada
es estático, todo fluye, todo cambia. Esto quiere decir que una persona no es
la misma todo el tiempo, cada día toma mayor experiencia y se desenvuelve mejor
que antes (solo la arrogancia y la soberbia lo convierte en animal sin sentido
humano) y al no manejar sus errores (pues puede trasladarlos al presente y
llevarlos al futuro), siguiendo el mismo patrón de comportamiento (visto por
otros, tan errado y superficial) que comete una y otra vez: el mismo error. Por
ejemplo, los ladrones al cometer delitos, observan sus errores y si no son
aprehendidos inmediatamente, se van especializando en sus fechorías y cada robo
que hacen, lo ejecutan con menos errores que los anteriores. También sucede con
las experiencias de los asesinos u homicidas, quienes ejecutan a la víctima y
se percatan al detalle, en las formas y maneras de hacer el crimen, dejando y
analizando incluso la escena del sucedo hasta “limpia”. Finalmente, podemos
concluir que todas las personas tienen historias, pero saberlas llevarlas y ser
mejores personas, debe ser nuestra consigna. Nuestro sentido lógico no debe ser
superficial, no hay que subestimar a nadie (lo hemos visto en la actual Copa
América, donde la selección de Perú terminó sacando a Brasil, y nuestra
selección se la jugó hoy con la de Argentina). La experiencia pues, constituye
una más de nuestras dimensiones antropológicas. Entonces, podemos finalizar
preguntándonos: ¿Qué otra dimensión importante puede constituir a la persona
humana?
CAPÍTULO IV
LA RELACIÓN COMO DIMENSIÓN
ANTROPOLÓGICADEL HOMBRE
Visión Global
El Licenciado en educación, Barbera, G.
(2004), afirma en su ensayo filosófico que “la esencia del hombre se concibe
como en relación con el otro; es decir, no existe el hombre como individuo,
sino como complementado por la presencia del otro ser humano.” (p.157), esto
denota, según lo argumentado, que nos vemos inmersos en la presencia de la
reducción del aislamiento del hombre, que a su vez incide en su área de
influencia o convivencia, así como en su forma existencial y del relacionarse
con los otros; pues estar excluido o ser un misógino en la actual sociedad, con
tendencia globalizadora, es impensable, inconcebible e inaudito. Por otra
parte, si consideramos la tercera región del ser, expuesta en la filosofía
existencialista y humanista de Jean Paul Sartre[60],
se constatará la mirada del otro, es decir, la presencia y la confirmación de
que no estamos solos en el mundo, revelando
de este modo, que somos y formamos parte de él. También, en el presente
capítulo, se analizará, a partir del ensayo de Barbera, las diferentes
tipologías y los niveles de interacciones con las demás personas, desde lo
trascendente y lo ontológico; así como las relaciones de dominio, la
indiferencia, el entendimiento, el amor y la confianza, encuadradas en su
estudio “fenomenológico transcendental” (Barbera, 2004, p.157) y “dentro del
marco del proceso educativo”(Ibídem, p.163).
Lo trascendente y lo
ontológico del hombre.
El Doctor Schmidt Ludwig[61]
(2012), ha manifestado que el género humano está ajustado a un contexto social,
que involucra su esencia activa, su espacio y su tiempo, en una continua
“búsqueda de la verdad, la bondad y la belleza trascendentes, para ello,
requiere de su ser-en-relación, de su ser-en-participación y de su
ser-en-convivencia.” (p.69). Siendo éste un ser humano con dimensiones
integrales que involucran la forma de relacionarse con el resto de las
personas, avalando la afirmación de que “el hombre es relación con el otro”
(Barbera, 2004, p.159). Tales dimensiones antropológicas están adjuntas a este
relacionarse con el otro, así tenemos la biológica, que busca cubrir las
necesidades básicas de alimentación, de supervivencia, de seguridad y que
simultáneamente involucra a la par de ésta, la dimensión psíquica, la cual
perseguirá desarrollarlas con las necesidades intelectuales del querer aprender
y adquirir conocimientos, tanto seglares como espirituales. En este sentido, se
destacarán las ideas de grandes educadores de la famosa escuela activa[62],
a saber, la de María Montessori, con sus tres principios en la enseñanza del
estudiante: la libertad, la actividad física y el respeto a la individualidad e
intimidad del educando; la de Edouard Claparede, quién hace énfasis en la
individualización de la enseñanza y mantuvo que no todos aprendemos por igual,
de allí la importancia del docente en atender dichas particularidades; la de
Ovide Decroly que involucra lo aprendido con la práctica; la de Celestin
Freinet que ofrece material de apoyo y modelos a seguir, para que se guíen sus
estudiantes y no cometan los mismos errores; la de John Dewey que señala la
obligatoria armonía y respeto que debería fomentar un buen educador hacia sus
condiscípulos; la de Alexander Sutherland Neill, que permite la relación de
participación protagónica del educando en el sistema educativo, ésta involucra
desde la elección del cómo ser evaluados, así como de poder democráticamente
elegir o destituir a los docentes y sus autoridades.
Vista esta relación del hombre, en el
aspecto de la educación, podemos extrapolarla más allá del aula y llevarla a la
sociedad. Evidentemente el hombre es un ser social y presenta esta dimensión de
lo individual-personal a lo colectivo-humano, es decir, no solamente se
manifiesta la dimensión biológica-psíquica, sino además, está inmersa la social.
Para analizar esta parte, Barbera (2004), hace referencia a su estudio,
señalando que:
“El sistema
filosófico por el cual se opta en este trabajo es elHumanismo, entendido como
la opción antropológica que coloca al hombre como centro, protagonista y razón
de ser de todo proceso de aprendizaje,como fundamento de las opciones éticas y
como horizonte desde el cual se le da sentido existencial a la vida.”(p.158).
Así pues, esta corriente filosófica e
ideológica del hombre y renovada en el renacimiento, cercana a la segunda mitad
del siglo XIV, se instala como programa cultural en las universidades
italianas, en donde el humanismo tiene la “confianza en el poder del hombre de
proyectarse a sí mismo en el mundo enseñoreándose de su destino…que es un ser
que forma parte integralmente del mundo, esto es, que vive en la naturaleza y
en la historia” (Desiato, 1995, p.146). En tal sentido, lo realiza con
libertad, incluyendo a Dios; esto ya lo había manifestado Erasmo de Rotterdam
con su binomio de cooperación compuesto entre el hombre y el Creador, además de
que, el hombre al ser imagen y semejanza de Dios, no puede ser etiquetado como
malo, aunque los reformadores dirán lo contrario. El hombre humanista busca su
salvación, pues el pecado original lo heredó y es necesario buscar la verdad y
la vida eterna por medio del Redentor, por medio de Cristo.
Ahora bien, “se
plantea entonces, una concepción antropológica, que parte del hecho de que el
hombre no sólo existe en el mundo como si fuese una isla solitaria, sino que se
relaciona con el mundo” (Barbera, 2004, p.159) y por supuesto, con los demás
hombres. Vemos la interacción social existente hoy en día, hoy las tecnologías
han potenciado y masificado esta interrelación globalizadora. Es difícil ver
hoy en día a un ermitaño, un hombre solitario en la vida, sin trabajo, sin
estudio, sin familia, sin nadie con quien pueda compartir sus ideas, sus
anhelos, sus angustias y sus aciertos.
El hombre debe buscar respuestas a su
existencialismo, preguntas como: “¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Qué es
el hombre? ¿Qué es la felicidad? ¿Por qué la muerte? ¿Por qué la injusticia?
¿Por qué el amor?” (Barbera, 2004, p.159) deben ser respondidas, de allí que
nazca la necesidad del hombre en adquirir una actitud fenomenológica que
permita“aprehender y observar la intencionalidad de los procesos psicológicos
como estructura constitucional y pre-reflexiva de la experienciahumana.”
(Sassenfeld y Moncada, 2006, p.94). También se debe estudiar la parte
ontológica del ser en cuanto ser, dando o aproximándonos a explicaciones
racionales con sentido lógico válido, de los fenómenos físicos o naturales,
siendo el ser humano, parte de este fenómeno natural, pues no olvidemos que
somos seres bio-psico-sociales. Bio, porque tenemos un cuerpo biológico con
vida, que anhelamos la vida eterna; psico porque nos manejamos por medio de un
estructura biológica especial: el cerebro, el cual posee una serie de
funciones, entre ellas, la del logos, es decir, del pensar; y social porque nos
relacionamos con la o las personas, esta dimensión antropológica forma parte
esencial de nuestro actuar, de nuestro convivir en comunidad.
Ahora bien, Barbera (2004) nos insiste que
“el ser humano no existe, ni puede desarrollarse como persona, sino en la intercomunicación
personal. En efecto, el yo íntimo de la persona, sólo es tal, en la medida en
que se trasciende a asimismo en la intersubjetividad.”(p.159), de allí que se
necesita al otro, es decir, la relación con las demás personas, conllevando
consigo, el poder avanzar como seres humanos dignos, que sabemos oírnos,
respetarnos y apoyarnos los unos a los otros, tal como se nos ordenó en el amor
por el prójimo, pues si no a se llega a amar a
los seres humanos, a nuestros hermanos en Cristo y a todos en general, no
podremos mejorar nada, ya estaba escrito que después del primer mandamiento de
amar a Dios , tendríamos que prestar atención a otro que dice: “y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”” Mt 22,39[63].
Por lo tanto, las personas
deberían ayudar a otras personas, a la sociedad, debido a que el hombre
pertenecen a dicho contorno social, éste se relaciona efectivamente con el
resto y es a su vez protagonista y partícipe de esta relación social, es decir,
para estar y convivir la vez en armonía con su medio social, tiene que
involucrarse en el cambio de forma positiva en ella, pues dicha sociedad
influirá recíprocamente en la persona, ya sea en forma directa o indirecta,
pero lo seguro es que influirá. “Amando a los hombres amamos a Dios, y amamos a
Dios porque amamos a los hombres” (Napolitano, 1990, p.17). Así pues, lo señala
Gevaert (1976), “los problemas
antropológicos se imponen por sí mismos, irrumpen en la existencia y se plantea
por su propio peso. La existencia, al hacerse problemática, requiere una
respuesta y obliga a tomar posiciones” (p.14), en tal sentido, el hombre se
auto descubre y descubre al otro, pero hay que acotar una cuestión importante,
este relacionarse no debe centrarse en el egoísmo, es decir, un personalismo
innato, donde el centro es un vulgar “yo·, ni tampoco debe caer en un
colectivismo materialista, donde la masa es más importante que el mismo ser, es
decir, el individuo común y corriente.
Niveles de relación interpersonal
Barbera (2004), señala cinco niveles de
relación interpersonal, a saber: “la relación de dominio, la relación de
indiferencia, la relación desde el entenderse, relación desde el amarse y la
relación desde el confiarse” (p.161-163). La primera versará en la subyugación
del uno por el otro, donde uno de los dos extremos (aquí se deduce la presencia
en forma singular o plural de los actores: dominador(es) y dominado(s)), tendrá
o pretenderá el dominio sobre otro, bajo las modalidades de sometimiento,
manipulación, extorción u otra índole parecida. Como claro ejemplo sociológico,
se ve marcado en la llamada lucha de clases. A este respecto, según el
Diccionario básico de categorías marxistas (2009), define esta lucha de clases,
de la siguiente forma:
“No es un
enfrentamiento entre individuos aislados (por enemistades o envidias
personales). Es un conflicto histórico entre grandes conjuntos de personas: las
clases sociales. Esta confrontación divide a la sociedad en opresores y
oprimidos: esclavistas y esclavos, patricios y plebeyos, señores feudales y
siervos de la gleba, terratenientes y campesinos, burgueses y trabajadores.
Esta contradicción impulsa el desarrollo de la historia.” (p.8).
Así pues, el dominar al otro, representa un acto egoísta e inhumano,
donde la dignidad de la persona se ve pisoteada y por ende, se pierde la
esencia humana. Recordemos que “el hombre debe ser
respetado por la dignidad particular que le es propia. No tiene sólo deberes,
sino también derechos. Derecho a forjar su destino; derecho a vivir en
libertad; derecho a ser persona; derecho a vivir como persona…” (Napolitano, 1990,
p.21). Esta relación de dominación se observa (por desgracia), en algunas
instituciones educativas que no supervisan ni hacen seguimiento a su personal
(que para colmo de males, quienes imparten clases, no tiene el perfil ni el
componente docente, ni mucho menos la vocación de enseñar, solo tienen el
placer de amedrentar con prepotencia, arrogancia y falta de paciencia hacia
aquellos que pretenden enseñar, así lo insinúa Barbera (2004), cuando señala que“el profesor es
concebido como el dominador, el que representa la autoridad, el que siempre
tiene la razón y el poder dentro del proceso educativo.” (p.161), cosa que se
aleja de la pedagogía humanista y que la ignoran estos mal llamados docentes,
olvidando los principios de: Ivan Illich en su deseo de evitar la deserción
escolar, evitando que el estudiante se vaya del aula, de la institución, a
veces, por culpa de un rol docente mal ejecutado; la de Paulo Freire que
resalta la función del educador hacia la liberación del hombre, no solo
enseñando al estudiante, sino induciéndolo a su liberación; la de Skinner con
su enfoque tecnológico, quién propone el uso de las tecnologías como recurso
adicional del proceso enseñanza-aprendizaje; la de Roger Kaufman que toma las
necesidades que carecen sus estudiantes y re-evalúa su sistema de enseñanza,
según las características de su audiencia, hace constantes cambios para obtener
mejores resultados, semejantes a los principios de Robert Gagne y Leslie
Briggs.
La
otra relación que se estudia en este capítulo, es la de indiferencia “en donde
el otro puede ser cualquiera, en donde cada individuo se transforma en un
número, en un código, en un dato, en uno más de la masa; en un voto, en un
soldado,…” (Barbera, 2004, p.161), no importando su nombre, ni su experiencia,
ni su pasado, ni sus características psicóticas ni psicológicas, ni su
expediente particular con la justicia, ni nada por el estilo, es decir, una
total indiferencia por el otro. Equivocándose así, una persona con la otra.
Creyendo que el señor Magdalena[64]
no tenía pasado y sorprendiéndose después la gente. Por lo tanto, la
indiferencia no debe asumirse como parte de nuestro comportamiento con la
sociedad, y menos en el ámbito escolar.
La
tercera relación tiene que ver con el entenderse, “donde se establece un
acercamiento sincero entre dos o más personas que están dispuestas a compartir
ideas, ideales, criterios y formas de vida.” (Barbera, 2004, p.162), así pues,
se manifiesta el respeto, se puede ver, compartir o diferir los diversos puntos
de vista de cada uno, sin necesidad de imponerlos, se llega a un diálogo
franco, sincero, brillando así, la grandeza de sus actores en el proceso
dialéctico, dada en una sociedad, incluyéndose la relación docente-alumno, que
marcaría un mejor proceso de aprendizaje significativo y valioso.
La
cuarta relación, según Barbera (2004), se enfoca desde el amarse, siendo en sí,
“personal, se vive desde la intimidad, va más allá del entenderse, tiene que
ver con otras dimensiones de la existencia que trasciende lo profesional, lo
familiar, lo vecinal, lo establecido” (p.162), dándose el amor sin razones, a
veces sin entenderse del por qué se da, simplemente se da. Así se puede hacer
una analogía con respecto al proceso de enseñanza-aprendizaje, donde se aspira
que “el educador ama su profesión, quiere y desea vivir para la educación, le
gusta y desea estar en su lugar de trabajo, y se siente feliz cuando realiza su
tarea educativa” (Barbera, 2004, p.163).
Por último está la relación de confiarse, esta confianza, según Barbera
(2004), se consolida en la “entrega de la misma intimidad, de lo oculto, de lo
que solamente se guarda para nosotros, de eso que no compartimos, de nuestros
secretos.” (p.163). Pero ¿hasta qué punto se puede confiar en la otra persona?
Esta confianza se asemeja a la que da un niño y a su vez, la que Dios establece
para con nosotros, “sólo entonces tiene sentido hablar de Humanismo.” (Barbera,
2004, p.164). Ahora bien, ¿puede confiar Dios en nosotros?
CAPÍTULO V
EL VALOR DE LA PERSONA POR SÍ MISMA
Visión Global
Meditemos por un instante uno de los
fragmentos del célebre Nietzsche, al expresar que “no nos conocemos a nosotros
mismos, nosotros los conocedores. Pero esto tiene su razón de ser. Si nunca nos
hemos buscado, ¿cómo íbamos a poder encontrarnos algún día?”(2010, p.1). En
contraste con lo anterior, el hombre ha venido perdiendo la brújula de su
esencia, se ha buscado a sí mismo y ha eludido e ignorado a Dios, enormemente
se ha hundido y arrojado al mundo, “pues el
hundimiento… es inevitable” (Polo, 1994, p.213), y “su acercamiento al mundo es
una incidencia masiva, algo así como un golpe imprevisible e incontrolable”
(Ibíd., p.210), por consiguiente, al no buscar a Dios, se siente sub-valorado,
se siente prisionero de lo que ha construido, se siente desesperado y atado a
sus propias cadenas míseras. Más sin embargo, no se puede perder la esperanza.
“Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni meten en graneros, y
sin embargo, vuestro Padre del cielo las sustenta. ¿No valéis vosotros más que
ellas?” Mt 6,26[65].
Por otra parte, recordemos:
“y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza; a imagen de Dios lo creó; varón
y hembra los creó” Gn1,27[66]
y de esta forma, al ser imagen y semejanza del Altísimo, ¿acaso no somos
valiosos?, ¿no tenemos valor por sí mismo, siendo obra original del Creador? En
consecuencia, si Dios nos da un valor superior, entonces podemos
llegar a estar de acuerdo con la formulación de Max Scheler, cuando señaló que
“la persona es un valor por sí misma” (Vergés, 2012, p.245), integrando lo
íntimo de su ser y su relación con el otro, abarcando el amor solidario hacia
éstos. De ahí que, el presente capítulo, indague sobre el máximo valor de la
persona: ella misma.
El valor personal
Según Vélez (1990), señala que “los valores son
aquellos aspectos que, percibidos en cosas o entidades de una u otra especie,
las hacen dignas de respeto, aprecio, preferencia u otras actitudesanálogas.”
(p.15). Éstos constituyen el objeto de la axiología[67],
que a su vez, está enmarcada en la “rama filosófica de la que se desprende la
ética, además de la estética y la filosofía de la religión” (Torres, 2010, p.39). Ahora bien, si indagamos otras
concepciones del valor, encontramos en Mario Bunge, por ejemplo, una suerte de
escasez, es decir, si abundan (cosas, bienes, entes), se dispara su valor; para
Hodgetts y Altman, los valores representan las creencias que posee una persona
sobre lo que puede considerarse como bueno o malo; para Gibson, Ivancevich y
Donnelly representan las ideas de la sociedad acerca de lo que es correcto e
incorrecto; para Nietzsche
tendrá tres aspectos: el valor está condicionado a la vida, por ende, la vida
precede al valor, sin vida se descarta todos los valores; segundo, los valores
no son absolutos, son relativos y lo que alguien podría calificar de valioso,
para otro no implica que refleje lo mismo y tercero, los valores están sujetos
a los cambios de épocas, es decir, sujetos a un espacio-tiempo determinado. Sin
embargo, todas estas concepciones, en su mayoría, apuntan hacia lo exterior de
la persona y olvidan a la persona en sí misma. Es por ello que “Max Scheler no
dudará en afirmar que la persona «es un valor por
sí misma». Pero, ¿qué querrá expresar él con esa formulación de contenido tan
denso, a nivel metodológico?” (Vergés, 2012, p.246).
La idea de adjuntar valores a la persona es
muy común, por ejemplo, los valores democráticos, la honestidad, la
responsabilidad, la solidaridad, entre otros, van a cultivarse a lo largo de su
existencia, pero debemos recordar que “el hombre no es sólo un sujeto de
valores, en calidad de ser su protagonista nato, sino que es un valor personal”
(Ibídem, p.246). Ésta idea de valor particularizadaporMax Scheler, irá
de la mano con el humanismo, puesto “que coloca al hombre como centro, protagonista
y razón de ser de todo proceso…como fundamento de las opciones éticas y como
horizonte desde el cual se le da sentido existencial a la vida.”(Barbera, 2004,
p.158). En tal sentido, dicho valor, para Max Scheler, será la punta de la
pirámide de todos los valores humanos existentes, estando situado en el grado
superior de su jerarquía axiológica y tal como lo explicaba Nietzsche, sin la
existencia de la persona, no es posible la existencia de los demás valores. De
manera semejante, Sartre afirmaba enfáticamente que “existir es estar ahí, simplemente; los
existentes aparecen, se dejan encontrar,
pero nunca es posible deducirlos.”
(Sartre, 2003, p.109), por ello, el hombre es consecuencianatural de su actuar,
de su praxis, “es lo que él hace y como tal es ambiguo: es tanto un hecho, como
un valor; en él hay facticidad y trascendencia, situación y libertad” (Desiato,
1995, p.271).De ahí que Max Scheler considere que“la persona es «en cierta manera todas las cosas»” (Vergés, 2012,
p.246), puesto que tiene dominio sobre lo global (lotecnológico, lo político,
lo industrial, lo ambiental, etcétera), sobré sí mismo (lo particular, lo
personal) y sobre el resto (de las relaciones sociales, su interacción).
El valor enfocado en la persona misma, lo
sitúa Scheler “en lo más alto de la axiología” (Vergés, 2012, p.247), sin
embargo, ¿cuál es el orden jerárquico de este filósofo? A este respecto, la
jerarquía de valores[68]
propuesta por Max Scheler presenta los valores útiles como lo atractivo, lo
encantador, lo deseable, así como sus opuestos; luego vendrían los valores
vitales, como la salud, la capacidad intelectual, la fortaleza muscular y sus
antónimos; pasaríamos a los valores espirituales, tales como los silogísticos,
los estéticos y los éticos; después estarían los valores religiosos y en la
cúspide, se vería pues, el valor de la persona en sí misma. Esto último, ….
Ahora bien, el valor en sí mismo como
persona no se estanca, es progresivo, se desarrolla con el tiempo, con las
experiencias del exterior (amistades, contorno social, vivencias, sucesos
impactantes o emocionales, educacionales, entre otros) y los capta, tanto en su
forma de aprehensión (lo adquirido), como en su forma de formación significante[69]
(lo aplicable, lo utilizable, lo aprendido), siendo estos integrados,
internalizados, evaluados y que de acuerdo a sus principios éticos, los
emplazaa su praxis existencial, es decir, a su vida. Este desarrollo progresivo
está relacionado con la individualidad de la persona, su inmanencia y su
relación con las otras personas, con lo sociable, para complementarse
armónicamente (tanto lo individual como lo colectivo), puesnadie puede
progresar misantrópicamente, sin la ayuda del otro.
Por otra parte, cada persona debe tener una
identidad, pero apelando con sumo detalle y cuidado a su personalidad, por ello
“es menester que no se enrosque en sí misma, a semejanza del pez que se muerde
su propia cola” (Vergés, 2012, p.251). Esta identidad se refleja en la
concurrencia activa, en su protagonismo, en su praxis, es decir, el valor de la
identidad, es la expresión continua de la experiencia vivida por ella misma y
esta a su vez, necesita comunicarse con la sociedad, para entablar una nueva
dimensión en el valor personal: la intersubjetividad comunicativa.
Sabemos que el hombre es un ser social, por lo
tanto, se desenvuelve en una comunidad, habita y convive en ella, presencia
cómo influye esta en él y viceversa, evidenciando con ello, la causa y el
efecto natural del orden social, pues una sociedad no se hace sola, la hacen
las personas, ejemplo de esto, lo podemos detallar en los Thenardier,[70]de quienes se le podría
catalogar de miserables, pero a su vez, la sociedad francesa es la que se
alimenta de ellos y multiplica el efecto de las causas producidaspor cada
personaje de la trama, haciendo de esto, un círculo vicioso. De ahí que
cualquier sociedad sea la suma individual de valor personal de toda su gente. Ahora bien, podríamos preguntarnos reflexivamente
“¿Por qué Max
Scheler echa mano diversas expresiones para plasmar en ellas el progreso del
valor interpersonal? Sobresalen sobre todo la «comunidad», la «sociedad», la «persona total» y «las personas
valiosas»”(Vergés, 2012,
p.254). Como hemos visto, la respuesta se proyecta en dos columnas, las cuales
se apoya el valor personal: lo relacional (lo social) y la intercomunicación
(lo individual).
El amor como valor
primordial
El amor “es querer el bien, sea para uno
mismo, sea para los demás” (Vergés, 2012, p.255), esta afirmación se explica en
el sentido de que el bien es un valor universal y constituye uno de los fines
del hombre, pero vale la pena detenernos un poco.Max Scheler criticó el formalismo
expuesto en la ética de Kant, proponiendo una ética material objetiva, pues
afirmaba que existen los valores universales (el respeto a la vida, la
dignidad, la persona por sí misma) y por ende, son necesarios valorarlos; además
propondrá una polarización de valores, organizándolos en su tesis y antítesis
(positivos o negativos, que en nuestro lenguaje contemporáneo, serían exhibidos
como valores y anti-valores), además propondrá una jerarquía valorativa, en
forma piramidal y ascendiendo desde la base en forma escalonada, se hospedan en
cuatro categorías: los sensitivos o seductivos (lo agradable); los vitales (la
salud); los espirituales divididos en tres sub-categorías, lo estética (la
belleza), lo jurídica (lo legal) y lo intelectual (el conocimiento); por
último, estarán los valores religiosos y cuya punta está la valoración de la
persona por sí misma. Sin embargo, hay que tomar en cuenta de que Scheler se
alejó del Catolicismo, llegando abrazar ideas panteístas, evidenciadas en su
libro[71],
“el Ser primordial adquiere conciencia
de sí mismo en el hombre, en el mismo
acto en que el hombre se contempla fundado en Él…es una consecuencia del intento de llevarla a cabo…de contribuir
a engendrar el “Dios”” (Scheler, 2003, p.48). A este respecto, señala López
(2013), haciendo referencia a Wojtyla:
“Si bien una de las conclusiones, sino las más
importante a las que llega Karol Wojtyla en su tesis doctoral en Filosofía,
publicada bajo el nombre de Max Scheler y la ética cristina[72]
(1980), corresponde a la afirmación de que el sistema ético de Scheler no es
válido para interpretar una ética objetivista como la cristiana (1980, p.105)[73]”
(p.143).
Hay que
tener cuidado al leer a Max Scheler[74],
pues “Scheler loaba la ética de Nicolai Hartman por sacar las consecuencias de
la frase de Nietzsche: “Dios ha muerto” y de su concepto de superhombre, en
especial, en lo relacionado con la responsabilidad humana” (Pachón, 2008,
p.162).Además, el sistema Scheler, no se admite valores éticos o morales y
“precisamente por esto tenemos un fuerte fundamento para afirmar que, en las
fuentes reveladas de la ética cristiana, los valores morales son definidos como
objetivos” (Rodríguez, 1982, p. 907), entonces, volvamos al amor. Podríamos
preguntarnos: ¿toda persona puede amar?, ¿puede o debe una persona amar a otra,
más que a ella misma?, ¿hasta dónde se puede o debe entregar amor?, ¿puede o
debe una persona como expresión de amor por el otro, entregar su propia vida?
¡Vaya!, todo lo que se puede aprehender y aprender de la cátedra de Formación
Humano Cristiana II, se puede subscribir en la siguiente expresión: ¡Jesucristo
nos dio su máximo amor!
La
trilogía scheleriana[75]estará
uncida en la misma persona, en su valor y su amor, ellas son la máxima
manifestación que un hombre que puede ejecutar como persona total, “ese valor
del ser personal es el que preside, según la concepción scheleriana, la nueva
manera de concebir la ontología de cariz personal” (Vergés, 2012, p.257).Éste amor mantiene una
participación activa, va más allá de mero hecho de la contemplación, un ejemplo
claro de este praxis dada con amor y valor hacia las personas, lo podemos
percibir en varios pasajes bíblicos del ministerio de Jesucristo (al curar a un
leproso Mt 8,1-4; al curar a paralíticos Mt 8,5-13 y también en Mt 9,1-2; al
quitarle la fiebre a una mujer Mt 8,14-15; al expulsar los demonios en los
enfermos Mt 8,18; al resucitar a la hija de un funcionario y de paso en su
trayecto, también ayudó a una mujer que llevaba doce años con serias
hemorragias Mt 9,18-26; al curar a dos ciegos Mt 20,29-34; de alimentar a un
grupo elevado de personas Lc 9,10-17,entre otros ejemplos). Jesucristo no solo
quedó observando la situación, sino que actuó, valorando a aquellas personas y
dando testimonio de lo que es: “Yo soy testigo en mi causa y es testigo también
el Padre que me envió” Jn 8,18.[76].
Max
Scheler finalmente quiso construir una filosofía antropológica en su axiología,
aunque no pudo terminarla por cuestiones de salud, en donde la muerte lo
sorprendió tempranamente a los 54 años, donde ya se supone que las ideas han
madurado. Su “filosofía pasa de esta manera por el puente de la praxis, para
alcanzar la otra orilla, en donde se halla el hombre” (Vergés, 2012, p.259). Por ende, este
personalismo práctico no se queda en el pensamiento, en la reflexión, en la
contemplación, sino que más bien, se sumerge en la praxis amorosamente
solidaria hacia el prójimo, siendo ésta una autoexpresión del mismo y una
realidad relacional con su dimensión social que lo arropa. Al cultivar y
manifestar el amor solidario hacia las demás personas, estamos desarrollando a
la vez, la dignidad humana y con ella si implanta una paz social, este último
valor (la paz), “produce como primer fruto la convivencia entre las personas,
que es el fin inseparable del amor solidario” (Ibídem, 2012, p.263). Este amor
solidario en el sistema de Scheler debe ir acompañado de un conocimiento, es
decir, el conocimiento del amor. Saber y entender el porqué se ama a la otra
persona es de vital importancia, ahora bien, Dios tiene ese conocimiento y
entendimiento de su amor, él sabe el motivo de su amor hacia nosotros, en
consecuencia y por reciprocidad Scheleriana, siguiendo su método fenomenológico,
entonces nos incumbe conocer el conocimiento de su amor: Jesucristo.
CONCLUSIÓN
En el
estudio del amor en la persona, es necesario trabajar con Las Santas Escrituras,
así, en el Nuevo Testamento, nos encontraremos siete Epístolas
Católicas que no son adjudicadas a San Pablo, entre ellas están: la de San
Santiago, la de San Judas, un par de San Pedro y un trío de San Juan. Ahora
bien, nos enfocamos en la Primera Epístola de Juan, porque en ella se da un
testimonio breve pero contundente de la existencia de nuestro Señor Jesucristo,
pues a él (San Juan) y a los otros apóstoles que lo vieron en carne, lo oyeron,
lo tocaron y estuvieron con él, les dejó una orden a cumplir: “y les dijo: ‹‹
Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. ›› Mc 16,
15[77]. No
solamente ir a cada rincón del mundo, ya sea una casa humilde de un pueblo
perdido, una casa en lo último de una periferia o acantilado, incluso un
palafito o una choza, o debajo de un puente, y si es necesario ir al banquito o
los banquitos de las plazas, donde duermen y padecen nuestros hermanos sin
techo, sin comida y a veces sin ropa ni fe, se les tiene que dar a conocer la
Palabra en fe y en obra, pero también se debe ir a las quintas de los
afortunados en riquezas materiales, a las residencias, a las modernas casas e
incluso a los palacios y a las empresas, sin descuidar que nadie se quede sin
conocer a Dios. Luego, el capítulo II, trata sobre guardar y cumplir la
Palabra, obrando en el amor al hermano, pues a todas estas: “Quien dice que está en la luz, pero aborrece a su
hermano, sigue todavía en tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz
y no tropieza.” 1 Jn 1, 9-10. Más adelante, en el tercer capítulo, alerta que
el “pecado es rebeldía”, por lo tanto, si somos dignos hijos del Creador, no
nos podemos extraviar de la verdadera y única luz y debemos definitivamente
romper las cadenas del pecado. Luego, el capítulo IV, nos invita amar
nuevamente a todas las personas: “Queridos, amémonos unos a otros, porque el
amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no
ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor.” 1 Jn 4, 7-8 (Biblia de
Jerusalén, 2009, p.4). ¿Qué más amor nos puede dar nuestro Padre, al darnos a
su hijo para ser salvos?. Por último, el capítulo V, nos recuerda que el amar a
Dios, se debe reflejar con el fiel cumplimiento de sus mandamientos.
Pasamos
entonces a la definición de amor, destacándose que nuestro Padre es amor, así,
siendo amor en acción, esto nos da un motivo especial de poder ayudar al prójimo, pues el mismo Jesús ya nos
instruyó con sus parábolas. Vemos (por ejemplo) cómo fue el actuar en la ayuda
del Samaritano, hoy en día, podría ser una persona carente de alimentos, ropa,
calzado o cualquier otro necesidad, incluso espiritual, y nuestro deber (como
cristianos), es ayudar desde el amor, la solidaridad y la práctica; pues el amor
a “Dios y amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde encontramos a
Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” DCE15a.[78]
La persona es
la imagen del Creador, en tanto tiene dimensiones, en consecuencia, nos
encontramos con las dimensiones antropológicas del ser humano, por ello, una de las más importantes detalla que “el
amor no se puede definir, solamente lo podemos describirlo. Solamente hay amor
cuando dos personas se encuentran, no cuando dos cuerpos se juntan” (Albornos,
1980, p.50). Comprender ésta forma de pensar, nos induce a explorar en estas
líneas cortas pero de vital importancia, su esencia. También encontraremos la
libertad, pero ésta
libertad no quiere decir, hacer lo que alguien desea hacer, sino más bien,
hacer las cosas como se deberían hacer, respetando las leyes, las normas, las
costumbres, los códigos de ética y siguiendo la palabra de Dios, pues todo
tiene su tiempo. Luego tiene su historicidad, que es otra dimensión
antropológica que poseemos la mayoría de las personas que han podido llegar a
este mundo (pues hay otras que por diversas circunstancia no lograron nacer),
es la que tiene que ver con la formación y evolución de su vida, es decir, su
historia. Dicha historia no es singular, es decir, no viene aislada, viene compartida
y entrelazada con otras historias, quizás con diversos matices, pero sin lugar
a duda, toda historia particular viene influenciada por otras historias.
El cuarto capítulo de la monografía nos analiza, a partir del ensayo de Barbera, las diferentes
tipologías y los niveles de interacciones con las demás personas, desde lo
trascendente y lo ontológico; así como las relaciones de dominio, la
indiferencia, el entendimiento, el amor y la confianza, encuadradas en su
estudio “fenomenológico transcendental” (Barbera, 2004, p.157) y “dentro del
marco del proceso educativo”. También afirma
en su ensayo filosófico que “la esencia del hombre se concibe como en relación
con el otro; es decir, no existe el hombre como individuo, sino como
complementado por la presencia del otro ser humano.” (Ibídem, p.157). Ahora
bien, esto denota, según lo argumentado, que nos vemos inmersos en la presencia
de la reducción del aislamiento del hombre, que a su vez incide en su área de
influencia o convivencia, así como en su forma existencial y del relacionarse
con los otros; pues estar excluido o ser un misógino en la actual sociedad, con
tendencia globalizadora, es impensable, inconcebible e inaudito.
Finalmente, reflexionemos el siguiente pasaje bíblico: “Fijaos en las aves del cielo: no siembran ni cosechan
ni meten en graneros, y sin embargo, vuestro Padre del cielo las sustenta. ¿No
valéis vosotros más que ellas?” Mt 6,26[79]. También
recordemos:
“y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza; a imagen de Dios lo creó; varón
y hembra los creó” Gn1,27[80]
y de esta forma, al ser imagen y semejanza del Altísimo, ¿acaso no somos
valiosos?, ¿no tenemos valor por sí mismo, siendo obra original del Creador? En
consecuencia, si Dios nos da un valor superior, entonces podemos
llegar a estar de acuerdo con la formulación de Max Scheler, cuando señaló que
“la persona es un valor por sí misma” (Vergés, 2012, p.245), integrando lo
íntimo de su ser y su relación con el otro. Si amamos a la otra persona,
entonces podemos afirmar que demostramos amar a Dios.
Francisco
Javier Cáceres.
Julio
de 2016
-Año
de la Misericordia-
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[2]
Jn 14,15.
[3]
Tomado de la versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina,
1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
[4]
Ibídem.
[5] Franciscus PP (2013)
EVANGELII GAUDIUM, disponible en línea: Libreria Editrice Vaticana. Disponible
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[6]
Gn 1,26-27.
[7]Tomado de:Biblia de Jerusalén. (2009). Primera epístola de San Juan. Ed.
Desclée de Brouwer. S.A.
[8] Stgo 1, 5-6.
[9] Stgo 1, 22-27.
[10] Stgo 2, 1-11.
[11] Jud 1, 4.
[13] 1 Pe 5, 1-5.
[14] 2 Pe 1, 5-9.
[15] 2 Pe 2, 1-21.
[17] 2 Pe 3, 8-13.
[18] 2 Ju 1, 9.
[22] A propósito de La Biblia
Latinoamericana, dicha versión está dividida en el Antiguo Testamente que
abarca desde la página 1 hasta la página 972 y
el Nuevo Testamento, que empieza (terminando la anterior), desde la página
1 hasta la página 438, sin incluir anexos.
[23]
Tomado de: La Biblia del Peregrino. (1995). Ediciones Ega-Mensajero. Bilbao,
España.
[28] 1 Jn 3, 4, tomado de La Biblia
Latinoamericana. (2005). Editorial Verbo Divino. Pamplona, España.
[29] 1 Jn 4, 1
[31]
Ibídem.
[32] Epístola viene de epi,
que es “sobre”, y “stolon” de envio. Pero carta quedaría como intención de la
mensajería. Para mayor información, consultar El arte epistolar en el
Renacimiento europeo 1400-1600
de Baños
Martín (2005). Publicaciones de la Universidad de Deusto. Bilbao, España. P.134
[33] 1 Jn 5, 14-15
[34]Tomado de Biblia de Jerusalén. (2009).
Eclesiastés. Bilbao: Desclée de Brouwer S.A. (se incluye los tres puntos
seguidos, según esta versión).
[35] Significa: Dios es Amor. Borras, Michelle K. (2012). Un Dios que es tres veces amor. Serie de la Nueva Evangelización#4, Arquidiócesis
de Washington, U.S.A., p. 11.
[36] El 11 de febrero de 2013,
anuncia su renuncia. La anterior dimisión fue en 1415, del Papa Gregorio
XII.
[37]Tomado de: La Biblia del
Peregrino. (1995). Ediciones Ega-Mensajero. Bilbao, España.
[38] Benedicto XVI. (2005).
Carta Encíclica Deus Caritas Est. Libreria
Editrice Vaticana. Nota: Toda referencia DCE en la presente monografía, es de
la Encíclica citada.
[39] Dt 6, 5.
[40] Tomado de: La Biblia
Latinoamericana. (2005). Editorial Verbo Divino. 130º edición. Pamplona,
España.
[41] Gn 28, 12
[42]Tomado de: La Biblia
Latinoamericana. (2005). Editorial Verbo Divino. 130º edición. Pamplona,
España.
[43] Dt 6, 4.
[44] Gn 2, 21-22
[45] Gn 2, 24.
[46] Lc 10, 25-37.
[47] 1 Jn 4, 20.
[48] Jn 14, 9-10.
[49] Gal 6, 10.
[50] Mt 4, 4.
[51]Lc 17, 7-10.
[52] 1 Jn 4, 16.
[53] Desde la perspectiva de
nuestro Sumo Pontífice Benedicto XVI. Véase en Benedicto XVI. (2005). Carta
Encíclica Deus Caritas Est. Libreria
Editrice Vaticana, pp. 26-28.
[54] Jn 19, 25-27.
[55] Hch 1,14.
[56]Tomado de La Biblia
Latinoamericana. (2005). Editorial Verbo Divino. Pamplona, España.
[57]Sartre, Jean P. (1940). «LA
P... RESPETUOSA», Biblioteca Virtual Omegalfa, disponible en www.omegalfa.es
[58]Personaje de la novela:
“Los Miserables” de Víctor Hugo. Fantina llega al extremo de prostituirse para
levantar a su hija de la miseria.
[59]Traducción de La Santa
Biblia en la versión Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial
Mundo Hispano.
[60]Napolitano, A. (2002).
Filosofía. 2da edición, Editorial Biosfera, Caracas, p.181-182, describe las
tres regiones del ser de Sartre: la primera se refiere a “el ser en sí”(es lo
que es, puro hecho, sin causa ni razón); la segunda “el ser para sí” (siendo el
hombre como sujeto en su devenir); la tercera refiere “el ser para el otro”
(arrojado al mundo e interactuando con él).
[61]Ingeniero, Licenciado en
educación, Magister en Teología, Magister Oficial Europeo en Bioética, Doctor
en Ciencias de la Vida, con saberes en la Maestría de Modificación de Conducta
y Psicología cognitiva, así como estudios de Filosofía. Para contactos, puede
ubicarse en lschmidt01@gmail.com.
[62] Conocida también en el
argot educativo como “activismo pedagógico”, surgida en el siglo XVII y
apoyadas en las ideas de Bacón, Descartes, Galileo y Newton. Para mayor
información, véase “Corrientes del Pensamiento Pedagógico”, editado por
U.P.E.L.-U.N.A (1993), Caracas, p.47-127.
[64] El señor Magdalena es un
personaje de la novela histórica de Víctor Hugo: “Los Miserables”; dicho
personaje se presenta ante la sociedad como un ser maravilloso, no conociéndose
su condición de fugitivo.
[65]Tomado de: La Biblia del
Peregrino. (1995). Ediciones Ega-Mensajero S.A., Bilbao, España.
[66]Ibídem.
[67] Del griego axios, valor o
valioso; y logos, estudio o tratado. Tomado de Ortiz E. (2008). Los valores.
AcrobatPDFMaker7.0Windows
[68]
Álvarez, J. (2004). Concepciones sobre
el valor. Tesis doctoral. Acrobat Distiller 4.0 for Windows. p.51.
[69] A propósito de las formas
del aprendizaje, la escuela norteamericana señala que para lograr un
aprendizaje, éste tiene que ofrecer un significado para el estudiante y lo
conlleve a su praxis. Para una amplia información, véase Ausubel D. (1983)
Psicología Educacional. Un punto de vista cognoscitivo. Trillas. México.
[70] Personajes de la obra de
Víctor Hugo: Los miserables. Al respecto, la familia Thenardier hace cosas terribles, muy feas en la escala valorativa de Max
Scheler, tanto a Cosette, a Jean Valjean, a Marius, inclusive, a sus propios
integrantes familiares, a la sociedad francesa, etcétera.
[71]El
puesto del hombre en el cosmos.
[72]La línea de investigación antropológica
y las posiciones de Wojtyla, son en esencia: La existencia del cuerpo, el concepción
de la verdad, la relación respectiva entre la persona y su praxis, la libertad
y la noción de responsabilidad, acompañadas por la posición de Max Scheler,
aplicadas en la filosofía de Aristóteles y Santo Tomás.
[73]Wojtyla,
K. (1980). Max Scheler y la ética cristiana. Madrid: BAC.
[74]
En el libro La idea del hombre y la
historia, se nota un panteísmo místico.
[75]
Expresión de Chang Valeur.
[76]Tomado
de: La Biblia del Peregrino. (1995). Ediciones Ega-Mensajero S.A., Bilbao,
España.
[78]
Benedicto XVI. (2005). Carta Encíclica Deus Caritas Est. Libreria Editrice Vaticana.
[79]Tomado de: La Biblia del
Peregrino. (1995). Ediciones Ega-Mensajero S.A., Bilbao, España.
[80]Ibídem.